MICHELINA, EL VOTO Y LA FOTO.

Michelle Bachelet ha tenido la cara de concreto de hablar del voto de los chilenos que viven en la isla, sin preocuparse siquiera si los cubanos pueden ejercer el suyo libremente, ella lo debe saber, por supuesto; pero a ella le importa poco, más bien, nada. Ella fue, como la Cretina, a asegurar el futuro, a cerrar negocios, a hacerse la foto con la Diarrea en Jefe, antes de que se vaya para el Reparto Bocarriba, y a burlarse de los cubanos. Ya salió la foto. La Matraca Orate vestida con un mono deportivo marca Adidas (Adictos de ideologías de asesinos sádicos), color blanco, un ojo más muerto que el otro, la sonrisa de «espérate, Michelina, que me estoy tirando un peo, y ya sabes que tengo el ano cosido con el de Hugo Chávez». Y las garras que tiene por manos, siempre las garras con las uñas llenas de sangre antes, ahora llenas de caca.

Ayer me faltó añadirles que este blog es muy escatológico, ya saben, también como El Quijote, o como Pantagruel, de François Rabelais, etc.

La Michelina ya tiene su foto con el Criminal Chispeado (sugerencia de Don Eufrates del Valle), pero seguramente ya contaba con otro asesino en su álbum, con Erich Honecker.

Entre tanto, en la Feria del libro de La Habana, que lleva años celebrándose en una de las más tristemente célebres prisiones del país, y dónde estuvo encerrado dos años el escritor Reinaldo Arenas, un compilador llamado Alberto Garrandés edita, bajo la égida del castrismo, una antología donde aparece el escritor Guillermo Cabrera Infante, con su cuento El gran egbó. Publicación ilegal, por supuesto, dado que jamás consultaron a la heredera de GCI, a Miriam Gómez, e ignorando, sobre todo, las declaraciones del escritor, en vida, en sus artículos, donde dejaba confirmado que no deseaba que después de muerto su obra fuese utilizada por el castrismo.

¿En qué medida utiliza esta antología el castrismo? Servirá para taparle la boca a los escritores chilenos que dijeron que existían escritores prohibidos en Cuba, entre ellos, GCI, y que por eso se negaban a asistir a la feria. Parece ser que en esa antología también hay un cuento de Jesús Díaz, si fuera cierto, la coincidencia no puede incluso herir aún más a Miriam Gómez y humillar la memoria de uno de los más grandes escritores de Cuba. Cuando Jesús Díaz estaba todavía en Cuba y era un acérrimo comunista, secretario general del Partido Comunista del Icaic, viajó a dar unas conferencias, y hallábase (que diría Juana Bacallao), citando a escritores cubanos de los que él pensaba que lo merecían y todos, por supuesto, muy por debajo de él en calidad, que ya es mucho decir, como, por ejemplo, Manuel Cofiño, Álvaro Prendes, entre otros, cuando alguien del público pidió la palabra y preguntó que por qué no mencionaba a Guillermo Cabrera Infante. El autor de Lejanía, Polvo Rojo, en su obra cinematográfica, así como de Y de mi  Cuba, ¿qué?, respondió sin vacilar: «Hasta ahora estábamos hablando de escritores, no sé si debamos empezar a hablar de gusanos». Esta anécdota me la contó el propio GCI, que se la contó Jorge Edwards (publicada en Persona non grata).

Durante un período muy largo de tiempo, unos cuarenta años, o más, o sea, hasta el otro día, como quien dice, y hasta después del premio Cervantes, Guillermo Cabrera Infante fue catalogado por los castristas, en palabras de sus sucesivos ministros de cultura, como un loco, un gusano, y un mal escritor, o sencillamente decían que era un crítico de cine malucón y que escritor no era, que GCI era sólo un invento del capitalismo para destruír la revolución.

En una entrevista que dio el ministro de cultura Abel Prieto (A ver, prieto, le llaman, por la manera en que los policías detienen a los negros en la calle: El chiste dice, ¿Cuál es el ministro castrista más popular? Respuesta: Abel Prieto, porque los policías «palestinos» le piden carnet de identidad cada cinco minutos a los negros en la calle, y le revisan los bolsillos y las jabas con un: «A bel, prieto, ¿quesloquellevasahí?») en el periódico La Razón, no hace muchos años, este señor, que escribe novelas tallullos, si es que eso se puede llamar novelas, que no me sirven ni de íntima periódica, ya imaginarán para lo otro; me llamó pornógrafa, y a GCI, esquizofrénico. Yo me siento muy honrada de que ellos me llamen todo lo que les de la gana. Honrada con sus insultos. Y espero que no me publiquen nunca, aunque no corro ese riesgo, para ellos no soy escritora, y todavía estoy viva, y espero estarlo todavía mucho más.

Por otro lado, a los cuatro gatos que se creen que el pueblo cubano apoya al castrismo, espérense un rato. Lo único que le pido a la Milagrosa es que ilumine con sus rayos a Obama, y levante el boicot comercial de una vez y por todas (por cierto, este ha sido el año en que los Estados Unidos le han vendido más a Cuba en productos alimenticios, lean este artículo de Wilfredo Cancio, en El Nuevo Herald, 710 millones de dólares en el 2008 ) que acabe de invadir la isla con todo, con Windows (para que comparen libremente con Nova), que arrase con aviones que se paren encima y tiren de todo, contratos de trabajo, préstamos bancarios, de todo, comida, ropa, zapatos, casas. Claro, habrá que esperar que pase la crisis, un año fue lo que prometio Obama, ¿no? Al fin tendríamos democracia, por fin un hombre negro daría posibilidad a los negros en Cuba, sacaría de la cárcel a los presos políticos, entre ellos al Dr. Óscar Elías Biscet, y le daría la gran patada por el culo a esos gallegos, bueno, uno es chino, hijos de Lina, que hace cincuenta años se merecen.

Hijos de Lina= Hijos de Puta. La frase desgraciadamente no es mía. Pero es de la más grande escritora cubana, de Lydia Cabrera, que jamás decía una mala palabra (para servidora son buenas), según me cuenta Miriam Gómez, siempre iniciaba la frase y no la terminaba, salvo en este: «Hijos de Lina». Me parece estupendo como hallazgo literario.

Ah, otra nota aclaratoria, puse un spam, ya no leo comentarios indeseables, van directamente a la basura. Dediqué horas a poner cada una de las palabrotas con las que me insultáis (no es que lleguen a la grandeza de Quevedo ni nada parecido), no, sino se trata de esas palabrejas tan finas, sin un coño, sin nada de lo que a mí me gusta, llenas de faltas de ortografía, y de lemas patrióticos, y del nauseabundo patrioterismo que los anima y los define como huele culos de la dictadura. ¡Se acabooooooooooó! ¡Se acabó! Que cantaría La Lupe. Pero, claro, ustedes no conocen a La Lupe, se la han prohibido durante cincuenta años.

Para los que dicen que no soy escritora y que soy pornógrafa, les respondo que soy las dos cosas. Pero en estas imágenes que verán abajo, en compañía de Paul Amar y de la gran Claudia Cardinale, entregando el Palmarès des Lumières de Guión del año 2001, les aseguro que me invitaron en calidad de lo primero, de escritora.